martes, junio 27, 2006

Mi hogar

La depresión post finde largo es salvaje…

El viernes por la noche nos fuimos a ver a mi suegra a la playa, a su pequeño mundo hippie, con su novio hippie y su vida hippie. Otra cosa. Ella es exquisitamente simple; con sus cincuentaitantos encima, vive la vida que muchos quisiéramos tener, bueno, yo en lo personal por un rato, porque soy demasiado citadina como para estar a más de 20 minutos de una farmacia, un cajero automático o un megasupermercado
Ella es artesana. Parece araña teje que teje, hace cosas maravillosas, trabaja el bronce y su novio (con sesenta ya encima) hace lámparas y otras cosas más en metal y vidrio. La casa donde viven fue echa por sus propias manos: la estufa es un tambor transformado en salamandra que abriga toda la casa, no hay comedor ni living: se pone el mantel en el suelo y con cojines alrededor, se comparte la cena, y los invitados pueden sentarse en el suelo o en un colchón con miles de cojines de colores, que también es el “dormitorio” de visitas, donde justamente dormimos nosotras.
Y así viven hace casi 20 años.
A pesar de que ella no sabe de nuestra relación, es como que lo supo por osmosis… nunca se ha hablado del tema, y quizás no sea tan necesario entrar en detalles. Ella me adora, realmente me quiere mucho, bueno, yo también a ella; a mi me gusta regalonearla cocinando, para que ella descanse de esa labor, así es que expresé mis artes culinarias desde el almuerzo hasta el pai de limón. Mi princesita me mira y trata de aprender, aunque prefiere esmerarse lavando la loza, porque dice que la cocina no es lo suyo.
Y pasamos 3 días juntas… 3 días donde dormimos juntas bajo la lluvia y las estrellas de la zona norte de nuestra región. 3 días donde el sueño de ser lo último que veo antes de dormir y lo primero al despertar, se concreta. 3 días donde su olor estuvo conmigo todo el tiempo, y pude acurrucarme en sus brazos para bajarme del mundo y crecer en nuestro pequeño mundo.
Por eso la depresión post viaje es una atado con patas
Bien lo dice mi terapeuta (como dice una amiga, suena mejor terapeuta que sicóloga): yo vivo en la casa de mi mamá, pero mi hogar está en mi nena. Ahí es donde respiro tranquila, donde me refugio, donde puedo tener la candidez de los 5 años y volverme una mujer completamente concupiscible
Mi hogar es donde está mi olor, donde duermo con la tranquilidad que si el mundo se cae afuera, nada me importará
De verdad que nada… mi hogar es todo lo que necesito

jueves, junio 15, 2006

Mi sicóloga y yo

El recurrente tema de las postergaciones y mi madre, tan recurrentes en mi vida y en el blog, me hicieron tomar la decisión que quizás sería bueno ir a un psicólogo; nunca había ido a uno, y quería ver qué tal. Cuando empecé a averiguar cuánto costaba la gracia, lo dejé de lado hasta que una nueva amigui me contó que ella iba “gratis” a terapia con los alumnos de una universidad privada, de último año de psicología, y que me iba a conseguir una hora

Y ahí estaba yo… como loro en el alambre, esperando en el cadalso la hora de la verdad, cuando aparece una chica de no más de 25 años, rubiecita y bien dije, y me dice “pasa”

¿Qué hace una treintona de 1.70 de estatura ante una chica flaquita y pequeñita, que te mira con cara de “echando a perder se aprende”? Bueno, estaba ahí, las cartas estaban tiradas así es que entré y me senté.

Como nunca había ido al psicólogo, no sabía como era la cosa, aunque no esperaba más que una conversación monotemática donde no se iba a resolver nada, porque no hay ningún libro que a uno le enseñe las cosas de la vida (odio los libros de autoayuda con esos patéticos títulos como “Cómo ser feliz” o “Sea millonario en 30 días”)

Y comenzamos. Y comencé. Hablé sin parar durante 1 hora a una niña que no había visto en mi puta vida, sobre temas que tarde meses y años incluso en contar a mis más grandes amig@s. Ella me miraba con la misma expresión durante toda esa hora, o sea, no se inmutó por nada, sólo anotaba “cosas” en un papel a los que mis ojos no tenías acceso.

Cuando terminé y vi todo el tiempo que había pasado, y que tenía la boca más seca que escupo de momia, me dice “¿te parece que nos veamos la próxima semana, a la misma hora y en el mismo canal?” Claro, le dije. Y salí

Las sensaciones fueron diversas. La verdad es que siempre he sido más buena para escribir que para hablar, y lo que sentí después de hablar tanto rato, fue extraño. Quedé como hiperventilada con ganas de no sé qué, como que me agoté y llamé a mi princesa para contarle y luego hubo una seguidilla de más cosas que iba sintiendo, que terminaron por dejarme down durante todo lo que quedaba de día

Aún no tenía impresiones respecto a esta “niñita” que había tomado mi diario de vida con plena autorización y lo había leído casi entero, pero decidí ir a la siguiente cita.

Hoy ya voy para mi sexta sesión y debo decir que ha sido super gratificante. Debo pedir expresas y públicas disculpas a mi pequeña terapeuta porque la subestimé, bueno, tampoco tenía mucha experiencia en estas lides de la sicología, y debo decir que ahora ella ha logrado (no sé cómo, bueno, para eso es wena) sacar mis demonios y mi ángeles también desde dentro, conocerlos, y saber vivir y convivir con ellos

No sé si algun@ de ustedes ha tenido experiencias con sicólogos, porque me gustaría enormemente tener otras opiniones.

¡Grande, Marce!